Los de 2º de bachillerato 2013

domingo, 7 de noviembre de 2010

Celebraciones inaguantables


Hay una cosa que nunca he llevado bien, y si lo he hecho ha sido únicamente porque no tenía otro remedio. Las celebraciones en general, como bodas, festejos y demás donde hay que seguir unas costumbres muy rígidas.
Nunca he entendido por qué en lugar de algo sencillo, familiar, nos encontramos con grandes festejos, con un montón de desconocidos a los que hay que saludar, preguntar, sonreír…
Además a estos festejos nos hacen ir extremadamente arreglados, con ropas incómodas, que a veces no nos gustan, solo porque es la norma.
También nos hacen aguantar una serie de rituales que nunca he llegado a comprender.
Hemos de estar pendientes de no sentarnos en lugares sucios, o de no mancharnos a la hora de comer, y no lo entiendo, ya que son vestimentas que utilizamos una vez en toda la vida y que acaban en la tintorería, y después enterradas en un baúl o en un armario del cual no vuelven a salir.
Un ejemplo de ello me ocurrió en la última boda a la que acudí, hace ya un año de esto, me puse unos zapatos nuevos “adecuados para la ocasión” de un charol muy brillante.
Caminé hasta llegar a la iglesia con mis pies prisioneros en mis zapatos. Estuve toda la misa, todo el banquete y el resto de la noche con los zapatos, no podía pensar en otra cosa que en el dolor de mis pies.
Además en el banquete me pusieron en la mesa “de los pequeños” y a mi lado un niño que quería enseñarme su nuevo juguete… era una catapulta de macarrones, ¿a qué no adivináis en el vestido de quien acabaron esos macarrones? Yo, con el vestido lleno de manchas de tomate y los pies llenos de ampollas fui con cierta fe hacia mis padres para decirles si nos podíamos ir, su respuesta fue: todavía no, que falta la tarta y queremos ver el baile de los novios.
Aguanté la velada y hasta conseguí convencer a mis padres de que nos fuéramos un poco antes porque estaba cansada, o al menos ellos pensaban que solo era por eso. Al llegar a casa mi madre me riñó de forma eterna, diciéndome que era una irresponsable porque no había sido cuidadosa con el vestido y los zapatos, los cuales acabaron medio destrozados de los pisotones del baile.
Estaba que no aguantaba en pie y quería irme inmediatamente a dormir, y mi sueña fue una pesadilla llena de zapatos apretados, niños, macarrones, misas y bailes.
Desde ese día confirmé lo que opinaba acerca de las celebraciones, no es lo mío, y espero que si en el futuro me toca celebrarlas a mí, que sea una reunión familiar, comida del agrado de todos, sin necesidad de ropa tan elegante y comida un poco más normal. Intentaré cambiar estas costumbres sociales y que sean un día agradable para pasarlo con la gente con la que quieres estar.

1 comentario:

Unknown dijo...

¡Has acertado con el tono! ¡Buen artículo!

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