La novela se desarrolla durante el s. XIX y XX. Tiene un punto de vista referente a los años ochenta. El autor refleja, sobre todo, esa realidad española que se da en el libro en dos sitios: Madrid y Alcolea del Campo. Todas las descripciones de paisajes y ambiente están contaminadas por el estado de ánimo del personaje; usa lo exterior como expresión del interior.
Pío Baroja describe Madrid como un campo de ceniza por
donde discurre una vida sin vida. El núcleo y la vida en la capital le sirven a
Andrés para estudiar a fondo las clases sociales y el ambiente cultural.
Durante su tiempo en Madrid, describe la miseria relacionándola siempre con la
muerte y la prostitución, donde la miseria va en aumento. Describe los ambientes
marginales con crudeza, sátira, pero también con compasión y piedad. Toda esta
situación se contrasta con las personas de las clases altas, contra las que el
narrador descarga su furia, con un toque de ironía. Un buen ejemplo de esto se
aprecia en el capítulo 5 de la 6ª parte del libro.
En cuanto a la religión católica, la describe como la
causante de un mundo cómodo, que promete un paraíso inexistente, mientras que
sus ministros y políticos, prefieren su bienestar por encima de todo.
La sanidad también queda por los suelos: hospitales sin
higiene, trato cruel e inhumano a los pacientes y familiares.
Baroja es especialmente cruel con la Universidad española,
y por eso la trata como el mayor símbolo de vulgaridad. Se queja de los
edificios, salas inadecuadas, pero sobre todo de la falta de espíritu y vocación
por la ciencia, cosa que acentúa durante toda la obra. También aparecen muchas
alusiones al abandono de la investigación, cosa que hace emigrar a Fermín
Ibarra a Bélgica.
En el ambiente político, el pueblo vive engañado por esos
hombres poderosos. Baroja culpa a sus gobernantes del irresponsable optimismo
de las masas ante la guerra con EE.UU, que finalmente acaba con sus colonias,
pero también culpa al pueblo por el poder que le otorga al gobierno con su
inocente conducta y su confianza ciega. Andrés manifiesta su desolación cuando,
pasado el desastre, el pueblo sigue creyendo ciegamente en los políticos.
En Alcolea del Campo se describe una penosa realidad de la España rural. Lo
ejemplifica como un pueblo sin solidaridad, como un retroceso en la cultura.
Ahí los políticos se iban turnando el poder para la explotación de un pueblo
ignorante y resignado.
A todo, se le suma el atraso científico, la
irresponsabilidad política. Ante todo eso, el protagonista de la novela presenta
ciertos comportamientos como por ejemplo la abulia o el nihilismo.
La abulia podría definirse como la falta de fuerzas para
llevar a cabo una acción previamente pensada con detenimiento. Este ejemplo se
puede ver en Andrés durante todo el libro. En ningún momento, el protagonista
tiene una lucha externa, siempre se mantiene al margen de todo, pero eso no le
impide tener sus luchas propias interiores, analizando el exterior. Esto se
relaciona con el desacuerdo que tiene con el entorno, llamado nihilismo, o
también ateísmo general. El nihilismo una negación o inconformidad con todo
tipo de creencia, ya sea religiosa, política o social. Andrés es un nihilista
en toda regla. Muestra un desacuerdo constante con todo y todos los que le
rodean. No cree que una religión sea superior a la otra, ni una forma de
gobierno mejor que otro. Para conseguir un mundo de acuerdo con sus
pensamientos, lo cambiaría absolutamente todo, sin dejar nada como está
entonces.
*La imagen representa la disconformidad de Andrés ante la realidad.
1 comentario:
¡La imagen es muy acertada!
Laura, más que del ambiente hablas de los temas del libro, que están bien identificados.
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