La novela El árbol de la ciencia, refleja los aspectos filosóficos de la época y a la vez es el retrato de la España de los inicios del XX. Presenta una serie de características muy llamativas, sobre todo en sus personajes, protagonistas y antagonistas.
Antes de comentar esta separación un tanto artificial debemos exponer que esta obra data de 1989 aproximadamente y, por tanto, nos encontramos en pleno auge naturalista. No solo debemos incluirla en el movimiento naturalista, ya que también contiene una revolución social muy grande e importante (movimiento posterior a ésta) y también existencialista (también movimiento posterior a ésta). Así entonces, esta obra principalmente la podemos ubicar en un profundo naturalismo.
Alejándose del estilo del padre creador Émilie Zola, pero conservando el espíritu de querer cambiar las cosas desde el punto de vista del narrador intelectual esta obra presenta unas complejidades que empiezan a romperse justo un siglo antes, en el XIX, con el famoso Romanticismo alemán: la descentralización de los poderes del bien y el mal.
Dicho así, parece una cosa insignificante, pero debemos de saber que hasta el siglo XIX toda la literatura tenía una representación del bien y el mal, incluso actualmente sigue en vigor esta clasificación en cuentos populares o en cuentos de la categoría de Disney, no daban margen de confusión o error o eras bueno, o eras malo. Y la mayoría de veces el físico acompañaba a este estatus ya que el malo era el feo y el guapo era el bueno, como las antiguas creencias griegas.
Entonces, en la rebeldía romanticista de separar el bien y el mal; pues todos tenemos matices no hay nadie bueno ni hay nadie malo en su totalidad. En esta obra post-romanticista podemos ver esa separación ya que no encuentras a nadie culpable de las cosas que pasan, tampoco alguien que se libre de pecados.
No puedes decir que Andrés era un líder y un salvador y Julio un déspota y malhechor, ya que, por ejemplo, Andrés critica severamente por las espaldas y después niega a Julio, siente cobardía y se suicida, no le importa nada el resto de gente,… y Julio, por ejemplo, ofrece un trabajo a éste, la mayoría de veces va de cara,…
En esta obra no podemos hallar ningún Dios ni ningún Demonio, aunque ocurran en una serie de circunstancias malévolas y crueles. Por lo tanto, debemos catalogar esta obra, como otras del mismo calibre naturalista como Casa de Muñecas de Henrik Ibsen, una tragedia al más puro estilo griego. Hay una serie de actos malos, que no tienen culpable y nadie entiende muy bien la razón.
No hay únicamente aquí una catarsis del autor para poder desahogarse con el panorama que tenía sino que hay una intención como buen escritor naturalista de querer reflejar las cosas de una manera extremadamente y exageradamente objetivas y reales para poder incentivar el cambio hacia una vida mejor.
Así entonces, esta obra nos sorprende con unos personajes muy bien trabajados, tanto, que tocan tanto la realidad que conllevan unos matices y características que nos hacen que nos metamos más dentro de la obra y, por lo tanto, vernos reflejados en nuestro pasado aunque no lo hayamos vivido directamente, sí indirectamente.
1 comentario:
Bien, Toni, se nota tu trabajo profundo en las clases de Literatura universal y Griego. Así me gusta.
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