Antagónicamente cualquier habitante del mundo con una cierta cultura conoce de sobras a Miguel de Cervantes y su gran obra: Don Quijote de la Mancha. El “manco de Lepanto”, desde su nacimiento en 1547 (Alcalá de Henares) hasta su muerte en 1616 (Madrid) casi no recibió ningún mérito, incluso estuvo preso. Posteriormente se convirtió en el personaje español más conocido en el mundo entero, siendo el más importante icono literario, juntamente con su coetáneo Shakespeare.
Lo que mucha gente no sabe es la gran similitud que podemos encontrar entre estos dos personajes, que vivieron en uno de los siglos más importante para las artes españolas y, más concretamente, entre sus obras Bodegón de caza, hortalizas y frutas (del primero) y el mismo Don Quijote de la Mancha.
Ambos se centran en pleno siglo XVII (con escasos 3 años de diferencia) y en la misma localización geográfica: en el corazón de Castilla. No encontramos únicamente estas similitudes, ya que consigo mismo traen un trasfondo pionero muy importante: mientras una es una revolución de la concepción del bodegón en el siglo XVII, la otra es la madre de la novela moderna.
Lo más característico de ambas, y los que más las une, por tanto, es el realismo impecable de que hacen gala. Son dos obras ya lejos del idealismo renacentista que nos pintaba o contaba cosas idílicas, con naturalezas estilizadas y perfectas pero no muy realistas y están empezando a adentrarse en el crudo barroco, que describe y pinta las cosas tal y como están ahí.
De ahí la perfección del bodegón de Sánchez Cotán, que parece que lo podamos tocar y degustar y, por supuesto, la perfección y maestría de la que es para muchos la mejor novela española de todos los tiempos.
Un ejemplo claro de esta descripción realista en el Quijote la encontramos justo en el inicio de la obra y, curiosamente, es una descripción a modo de bodegón pintado. Si leemos con atención lo subrayado en negrita y visionamos el cuadro que estamos mencionando, la similitud de ambas es extraordinaria:
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.
Cervantes inicia su novela situándonos en un espacio (“En un lugar de la Mancha”) y en un tiempo determinado (“no ha mucho tiempo”) y luego hace una descripción concisa y severa del personaje protagonista de su obra: va al grano, con tres pinceladas realistas totalmente nos apunta lo básico del mismo. Posteriormente, nos hace una descripción de su “bodegón” particular que, casualmente, coincide, por ejemplo, con “los palomos”.
En definitiva, haciendo hincapié en ese latente realismo, es increíble la naturalidad y pureza de ambos, siendo casi idénticos, salvo por el pequeño detalle de que uno describe una naturaleza muerta y el otro narra una gran acción, la historia de la vida de un personaje que ha llegado a ser universal.
Bibliografía:
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_S%C3%A1nchez_Cot%C3%A1n
http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_de_Cervantes
http://www.laopinion.es/2c/2009/04/28/bodegon-espanol-elegante-sobrio-rechaza-superficial/215550.html
http://www.aache.com/quijote/
http://www.xn--espaaescultura-tnb.es/es/obras_de_excelencia/bodegon_de_caza_hortalizas_y_frutas.html
1 comentario:
Buenoooooo, ¡perfecto!, ¡qué buena relación!
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