En primer lugar, desde pequeña, mi tierra ha sido Barcelona,
pero más concretamente, un pueblo del Baix Llobregat llamado Sant Boi.
Me siento muy unida a esas tierras, pues ahí me crié. Mi
infancia está toda allí. Cuando estoy en ese pueblo, un aura de vitalidad y
nostalgia me invade por dentro. De hecho, suelo bajar cada año para el puente
de la Purísima ya que se organiza la Feria artesana: en ella todas las calles
del pueblo están decoradas con luces navideñas y además todos los puestecillos de comercio le
aportan un ambiente cálido.
Recuerdo siempre esos paseos por el casco antiguo, las
compras por el centro de Sant Boi, y también las excursiones a San Ramón, una
montaña con una pequeña ermita en la cima de la cual cuenta la leyenda que si
subes hasta ella caminando y pides un deseo se hace realidad (a propósito, yo
de pequeña pedí uno y casualidad o no, se cumplió).
Hasta el momento, Sant Boi sigue retransmitiéndome esa chispa
de ternura y, sobre todo, de alegría. A pesar de sus cambios urbanos, sigue
siendo el mismo pueblecito en el cual dejé una etapa de mi vida para vivir
otra.
Entonces, ¿cree usted que un pueblo que jamás le ha
decepcionado, tiene algo que mejorar? Marcharme de ahí fue un duro golpe. Es
evidente que yo siempre me sentiré Santboiana.
Pero en
definitiva, lo bueno de la vida y lo
bonito es quedarse siempre con los buenos recuerdos y que esos sean una fuente
de motivación para el futuro.
1 comentario:
Bea, el texto es muy bonito y explicas muy bien tus sentimientos. ¿Por dónde está la arquitectura de sueños?
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