domingo, 14 de octubre de 2012
París desde mi ventana
La gran ciudad está sumida en un silencio ensordecedor. Desde la pequeña terraza de una azotea parisina se vislumbra a lo lejos la majestuosa torre Eiffel. Irradia belleza sobre todo lo que la rodea sin ningún reparo. Su alrededor está lleno de una intensa luz que contrasta con la oscuridad del resto de edificios que la enmarcan. A lo lejos, se observa un perezoso tranvía que recorre con indiferencia la amplia calle de la ciudad. En ella también se encuentran dos viandantes con ropaje oscuro y elegante. Ambos caminan cual tranvía, llenos de un halo escéptico y tranquilo. En la minúscula azotea se encuentran dos extraños personajes. Uno es un gato amarillento que observa la ciudad con ojos vivos, como si de un humano se tratara. En su insignificante cabeza resalta una nariz puntiaguda seguida de una boca en forma triangular. Sus orejas gachas apuntan hacia la parte más sombría de la ciudad expresando tristeza, pero su vista se centra en la zona más alumbrada y clara, la que desprende vida. El otro sujeto, tiene dos rostros, dos lados opuestos como los de la ciudad. Uno se encuentra oscuro y borroso, en cambio el otro es nítido y brillante. A su lado se encuentra una silla vieja y desgastada que sujeta un jarrón cobrizo y apagado. En él se sostienen unas flores de colores muy avivados que le dan al lugar un ambiente especial.
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1 comentario:
¡Muy buena descripción, así me gusta!
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