Así pues, nos encontramos con la felicidad de tener un lugar
que nos enlaza con la inmensidad y admiración. Cuando decimos yo soy de tal
tierra o nací en tal tierra o estuve en tal tierra, le damos un valor y un
sentimiento muy grande a esa parcela de tierra. Nos apropiamos de la dignidad
de la tierra a cambio de reconocerla como nuestro hogar. Dicho esto, también
debemos pensar en las chimeneas que le hemos puesto a la tierra, que noche y
día están haciendo metales, coches,… Asimismo, demostramos por este lado que
vamos degenerándola y ensuciándola, demostrando poca honestidad con ella, pues
podemos vivir con la hipocresía siendo conscientes de que hay alternativas para
no hacerle este daño a la tierra. ¿Tú también crees que es hipocresía o que
realmente somos tan inconscientes? Yo, sinceramente, a veces dudo de nosotros
mismos.
Sin embargo, siempre nos quedará un mañana para rectificar
aunque, ¿no será demasiado tarde? Yo creo, en definitiva, que si queremos ser
arquitectos de nuestros sueños primero debemos ser arquitectos de nuestra
tierra y que, quitando chimeneas y otros artilugios venenosos de la periferia
de nuestra ciudad, podremos hacer una tierra más tierra y, por lo tanto, una
tierra más nuestra.
1 comentario:
Toni, muy buena reflexión, aunque me hubiera gustado leer tus propuestas de arquitecto de sueños.
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